CASINELLO

Cáncer : miedo, prevención y oncopolítica

El cáncer es un problema sanitario de primer orden por su elevada incidencia, su mortalidad y su creciente repercusión económica y social y porque constituye ya la primera causa de muerte en nuestro medio. El solo diagnóstico de cáncer induce en el individuo afecto una fuerte impresión emocional acompañada de diversos “miedos”: al tratamiento, a sufrir dolor, a las pruebas diagnósticas y terapéuticas, a las repercusiones laborales, sentimentales, familiares, económicas y sociales que este proceso nos va a ocasionar. Y sobre todo miedo al pronóstico, al futuro, a la posibilidad de morir por la enfermedad. Conocer que se es portador de un cáncer supone un antes y un después en la vida de una persona que queda marcada muchas veces para siempre por esa noticia.

Las previsiones epidemiológicas nos indican que aumentará el número de casos diagnosticados de cáncer en los próximos años debido, sobre todo, al progresivo envejecimiento de la población y a que disponemos de mejores medios diagnósticos para su detección precoz. La buena noticia es que, aunque se diagnostiquen más casos, se está ya reduciendo la mortalidad global por cáncer.

Efectivamente, hoy en día estamos en condiciones de afirmar que en nuestro medio y considerados globalmente todos los tumores, conseguimos un 61% de supervivencias a largo plazo (eran del 40% en 1980), por encima de la media europea, aunque inferior a la de Estados Unidos, que se sitúa en el 66%. Estas cifras tan alentadoras se deben a muchos factores: al diagnóstico precoz (prevención secundaria), a un adecuado tratamiento multidisciplinar y a unos actualizados cuidados médicos específicos y de soporte.

En la prevención secundaria se ha demostrado que la realización en la mujer de mamografías a partir de los 50 años y de cribado de cáncer de cuello de útero a partir de los 25 puede permitir la detección precoz de cáncer de mama y de cérvix, facilitando su curación. Y en ambos sexos, es necesario participar en programas de cribado de cáncer de colon a partir de los 50 años, dado que se trata actualmente del tumor más frecuente en nuestro medio y de cuya detección precoz puede derivarse su completa curación.

Pero si en algo hemos de insistir para disminuir el riesgo de sufrir determinados tipos de cáncer es en su prevención primaria, es decir en evitar los factores de riesgo modificables que van a favorecer su desarrollo. Y no se trata de medidas heroicas ni de elevado sacrificio. Se trata de cumplir, básicamente, lo que se expone a continuación:

a) suprimir el hábito tabáquico; b) evitar el sobrepeso y la obesidad; c) realizar ejercicio diario moderado y evitar las quemaduras solares, sobre todo en la infancia; d) estar incluido en programas de vacunación contra la hepatitis B; e) mantener una dieta con pocos productos cárnicos y pocos alimentos hipercalóricos , limitando a un mínimo el consumo de alcohol e incorporando frutas y verduras a la ingesta diaria.

¿Quién no puede cumplir estos sencillos consejos dietéticos y de forma de vida? El que los cumpla debe saber que está reduciendo la probabilidad de desarrollar los siguientes tumores malignos: cáncer de mama, de pulmón y laringe, de faringe, lengua, boca, esófago y estómago, de páncreas, de riñón, de vejiga, de endometrio, de próstata y otros numerosos tumores más.

Es evidente que las medidas descritas no van a eliminar factores de riesgo no modificables, como son la edad y la carga genética y familiar, que son las que determinan nuestra predisposición a padecer un tumor maligno. Pero sí pueden evitar la presencia de un desencadenante externo que ponga en marcha la maquinaria de una reproducción celular anómala y arrolladora, que es lo que llamamos cáncer.  

Por todo lo expuesto, es más eficaz, más barato, más llevadero, más útil y, en definitiva, más inteligente, realizar la prevención primaria de todos estos tumores y cumplir la prevención secundaria admitida ya descrita, que someterse a los complejos y tóxicos procedimientos diagnósticos y terapéuticos de los cánceres ya establecidos, cuya evolución final es totalmente incierta y de los que sabemos que, al menos el 40%, no se va a poder curar.

Todas estas medidas pertenecen al individuo y a sus decisiones personales. Pero ¿y la sociedad? ¿No tienen también una responsabilidad social las administraciones sanitarias, las organizaciones gubernamentales, los decisores políticos? Estos deben desarrollar un programa nacional de prevención de cáncer e implementar los cribados en los tumores de mama, cérvix y colon, así como legislar para proteger el ambiente de carcinógenos y promover comportamientos saludables.

Por último tenemos también que forzar a nuestros gobernantes a que no disminuyan las partidas económicas en el ámbito del cáncer: una población privada de recursos adquiere más cáncer y sufre de más muertes por cáncer prevenible y tratable. No tendrá acceso a medidas adecuadas de cribado de cáncer, ni dispondrá de una correcta información sobre prevención, ni podrá beneficiarse de una adecuada política de vacunación. Y tampoco podrá disponer de cirugías oncológicas óptimas, ni de unas modernas radioterapia y quimioterapia. Y ,por supuesto, no se beneficiará de los adelantos de una medicina oncológica individualizada con fármacos personalizados dirigidos a dianas terapéuticas específicas.

Y así pasamos del individuo a la colectividad. Entramos, en definitiva, en lo que podíamos denominar la Oncopolítica, es decir, en el ámbito público e ideológico donde se toman las decisiones respecto a la problemática del cáncer. Tenemos que pedir un compromiso cada vez mayor de nuestros políticos con esta enfermedad tan frecuente y devastadora. Y es nuestra obligación luchar en este ámbito a favor de una auténtica equidad diagnóstica y terapéutica para que todos los individuos con cáncer de nuestro país, se beneficien de los mejores medios de los mejores profesionales.

De la política oncológica global y de su adecuada financiación dependerán los avances en la supervivencia del cáncer.

Javier Casinello
Jefe de Oncología Médica
Hospital Universitario de Guadalajara