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Les dejamos la crónica que el periodista Rubén Madrid de Cultura en Guada, escribió sobre el acto de la presentación del libro: «A la sombra de un mito», que se celebró en la Sala Tragaluz del Teatro Buero Vallejo de Guadalajara, el pasado día 15 de octubre de 2014, cuyo autor es MARTÍN GUEVARA. La Presentación la hizo, SANTIAGO MÉNDEZ «CHAGO», poeta, que nació en Cuba y desde años 10 años está exiliado en España. El acto resultó muy interesante.

 

Hay autores que matan al padre, como generalmente se refiere para romper con una generación anterior. En el caso de Martín Guevara, que lleva el peso de un apellido histórico a sus espaldas, ha matado al tío. Al Che. Al menos ha roto con la leyenda forjada como culto a la personalidad en la Cuba castrista. Su libro ‘A la sombra de un mito’ es una memoria personal marcada por la gigantesca y siempre controvertida figura del mítico guerrillero, que siempre ha levantado tantos odios como adhesiones apasionadas. Una sombra “implacable e imperante”.“Con diez años, cuando marché a Cuba [con su familia, desde Argentina], descubrí que tenía un tío que era como Sandokán o como Batman… y no me lo habían dicho hasta entonces”, aseguró el hijo del hermano del Che, no sin ironía, en su conferencia de este miércoles invitado por la Fundación Siglo Futuro en el ciclo ‘El autor y su obra’ para presentar su libro en la Sala Tragaluz del Buero Vallejo, ante medio centenar de espectadores activos en el turno de preguntas.Ya había avisado el presidente de la fundación, Juan Garrido, que la conferencia no dibujaría un retrato amable del dirigente comunista. Y fue verdad. Pero el  libro de su sobrino no retrata exactamente la leyenda negra de la figura del guerrillero, sino que vuelca una visión –nada agraciada, eso sí– del mito producido por la iconografía de la revolución castrista en Cuba.Cuando con diez años llegó a la isla caribeña procedente de Argentina, Martín descubrió por vez primera que tenía un tío importante del que nadie le había hablado hasta entonces porque tampoco en la Argentina de aquellos años convenía que se supiese que se era familia del guerrillero izquierdista. De ese mutismo pasó, en cambio, a la omnipresencia no sólo en el ámbito privado, sino en la escena pública, del médico argentino que hizo la revolución desde Sierra Maestra.Lo que encontró Martín cuando llegó a La Habana fue que la figura de Ernesto Guevara se levantaba colosal por encima del hombre, aquel que moriría en Bolivia, porque así lo habían decidido las autoridades de la dictadura. El Che era un referente para todos los niños que cada mañana tenían que prometer que serían, como él, pioneros de la revolución. Pero el peso del personaje caía como una losa todavía más para Martín, que era un Guevara.Martín, que confiesa vivir “permanentemente” en un “triángulo identitario” formado por su Argentina natal, su Cuba adoptiva y España, de la que destaca más los vínculos culturales que los residuos imperialistas, ironizó continuamente con las prácticas y contradicciones del régimen cubano y con los privilegios que por ejemplo tuvo él mismo por el hecho de ser familia del Che. “Me convertí en un ciudadano VIP por el hecho de que mi tío hubiese muerto por esa causa”.El sobrino de Ernesto Guevara no entró en detalles de su personalidad, sino que, como ocurre en su libro, rememoró las anécdotas, los escenarios y los episodios que le marcaron para modular una formación sentimental e ideológica incompatible precisamente con la revolución que comenzó a fraguar su tío, y que le lleva también a plantearse aspectos de la naturaleza humana mucho más profundos, como “en qué momento el poder nos puede fracturar”.Su intervención –acompañada de fotografías familiares o de la Cuba de su infancia y juventud– fue presentada por el editor y poeta Santiago Méndez Alpíar, cubano exiliado que leyó unas notas en las que remarcó las dos caras del Che, el modo en que sigue siendo una referencia para las escuelas cubanas y la existencia de personas que conforman “la casta de quienes viven en una Cuba paralela”.El turno de preguntas animó un divertido debate que sirvió para que ambos expresasen su opinión personal sobre la incertidumbre acerca del futuro de la isla caribeña después de los hermanos Castro o para que matizasen algunas de las visiones que habían ofrecido sobre la influencia del mito del Che.