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                             LIBROS Y CONFERENCIAS                                    

 

      Antes que escritores somos lectores. De alguna forma nuestra vida se va formando en los libros en que nos sumergimos, de los que nos alimentamos desde la infancia. Mientras se continúen escribiendo bellos, profundos, angustiosos o utópicos libros, seguiremos creyendo en la vida. Ellos constituyen el más preciado territorio, la mágica isla en que habitamos. Ellos ayudan a sobrevivir.

     En el principio fue la palabra, y la palabra hizo al ser humano. En el camino que comenzó en la nada y que en la nada concluye, el libro nos ayuda a conocer, a soñar, enciende nuestra pasión y arde en nuestras preguntas. Los libros se nutren de palabras. Y de palabras se alimentan igualmente las conferencias públicas. Ellas enriquecen, divierten, hacen pensar, confortan o siembran dudas a quienes las escuchan.

     Quizás el mayor conferenciante que nunca haya existido fue Karl Kraus. Un extraordinario escritor. Un hechicero para quienes acudían a escucharle, no solo en su tierra, Austria, sino en diferentes países de Europa. Escritores, arquitectos, pintores, músicos, psicoanalistas, políticos, ciudadanos de toda índole. De él escribió el premio Nóbel Elías Canetti: “Cuando leía pasajes en voz alta, uno quedaba paralizado. Nadie se movía en la sala, la gente apenas se atrevía a respirar. Quién lo había escuchado una vez, no quería volver más al teatro… él sólo era todo un teatro, aunque mejorado… El 17 de abril de 1924 tuvo lugar la lectura número 300 de Karl Kraus… Desde el principio y durante toda la lectura se mantuvo un silencio similar al que preludia una tempestad… Cada frase de Kraus era una exigencia, si no se le hacía caso carecía de sentido ir a escucharle. Él era mi convicción y mi fuerza. Él era la justicia”

     Literatura, palabra. Comunicación silenciosa o pública al otro, a quién nos dirigimos. Verdad y justicia.